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CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, DOS. DE TAXISTAS Y DE HOMBRES (UN CHÓFER LLAMADO PHATADA)

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, DOS. DE TAXISTAS Y DE HOMBRES (UN CHÓFER LLAMADO PHATADA)

El tráfico en Manhattan no es tan caótico como parece, de hecho las obras de la Expo han producido que la vorágine automovilística sea mucho más estresante a esta lado del Ebro que entre las largas avenidas neoyorkinas.

Si el Taxi tiene una razón de ser, ésa es Nueva York. Se trata de la capital mundial del Taxi. Desde las azoteas de los rascacielos se distingue el color predominate amarillo, que traslada a personas de todas las clases sociales. Montarse en un Yellow Cab es como seguir el camino que lleva a Oz pero con taxímetro.

Tener un coche en Manhattan no es demasiado práctico. La falta de aparcamiento y los precios elevadísimos de los garajes han convertido al automóvil en un lujo, como los anillos de Tiffany´s en algo superfluo. Montarse una autoescuela tiene la misma visión comercial que abrir una tienda de alquiler de laser-disc, o una agudeza empresarial similar a la que tuvieron los indios algonquines cuando vendieron Manhattan a los holandeses por 24$.

La gente anda, coge el Metro o para taxis de grandes maleteros y capots delanteros barrocos. Coches imponentes para los que solemos volver a casa de madrugada, desde el Puente de Piedra, en nuestros taxis blancos con capilla verde.

De entre mis experiencias con los taxis me quedo con el taxista sikh llamado Phatada, o al menos eso se podía leer en su licencia. Phatada cargó nuestras pesadas maletas en su Buick y se colocó bien su turbante rosáceo antes de comenzar la carrera. En los accesos al Puente de Williamsburg se atusaba la barba, que le llegaba al pecho, e intentaba adivinar de dónde proveníamos desde el espejo retrovisor. Luego se puso a hablar por el manos libres en algún dialecto hindi, perdiendo todo su interés en nosotros. Estos sikhs son listos, se intentó quedar con una propina de 50$. No lo consiguió, una cosa es que nos caigan en gracia las personas de sudeste asiático, pero una propina de 50$ no se la dejamos ni al gurú Nanak, fundador del sijismo allá por los albores del siglo XVI.

 

3 comentarios

tausié -

Yo no sé si tengo el síndrome táxico, porque últimamente he comido tamates con azaite de calza...
¡Taxi! ¡Co!

jcuartero -

Estocolomo, seguro. Yo tengo síntomas del de Stendhal.

silvia -

leo estas crónicas y me hacen gracia, como si no supiera de qué van, ¿ será que eres gracioso o será que tras tantos días contigo tengo síndrome de estocolmo?