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EL MITO DE LOS ÚLTIMOS

EL MITO DE LOS ÚLTIMOS

El martes tuve que coger uno de los últimos trenes de alta velocidad a Barcelona antes de que llegase el AVE. Siempre me ha gustado ser de los últimos. Me suelo sentar en las últimas filas del autobús. Intento asistir a una sesión de los cines la víspera que los cierren. El catorce de marzo cerraron por reformas los Augusta, el día trece por la noche estaba viendo American Gangster al mismo tiempo que Víctor Fernández dejaba de ser entrenadoe del Zaragoza. La distancia entre dos puntos no se miden por los kilómetros que los separan, sino por el tiempo que se tarda en recorrerla. Los últimos Altaria eran una especie en extinción, pero con el AVE me hubiera ahorrado setenta minutos.

Cada año que pasa siendo vecino de Las Delicias hace que aprecie más el barrio. El martes, antes de emprender viaje, bajé al buzón a recoger las cartas de amor eterno (a treinta años) que me manda La Caix. Dos mujeres negras tocaban el portero automático. Reconocí la voz de mi vecino Ángel a través del interfono. Una de las mujeres sin ningún acento delator preguntaba por los "gambianos". El bueno de Ángel no se dio cuneta por quien se interesaban. Contestó que no vivía nadie en la casa con ese apellido. La mujer no se dio por vencida y preguntó por los "morenos".´Ángel le indicó los portales donde residen subsaharianos. No distingue entre senegaleses y gambianos, yo tampoco.

En Barcelona estoy alojado en un edificio de Óscar Tusquets, prefiero sus novelas aunque no he leído ninguna. Sus títulos son más ambiguos.

En la exposición del CCCB veo fichas policiales del tardofranquismo, algunas por delitos como blasfemias, homosexualidad o adulterio. Me alegra que Clemente no haya aceptado las presiones de Teherán.

En el Caixaforum veo otras dos exposiciones, la primera sobre los etruscos que me dejan frío como un anochecer junto a la playa. Quede tan lejos cuando estudiaba en la Universidad las diferentes culturas de la antigüedad. La segunda es sobre Chaplin. La gente anónima se ríe con una escena descartada de Luces de la ciudad. Resulta divertido el lenguaje inventado con el que Charlot hace pública su voz diez años depués de la irrupción del cine sonoro en Tiempos Modernos. El personaje se ve obligado a cantar una canción para mantener su trabajo. Chaplin también tuvo una última actuación muda, con su voz se extirpa la inocencia del audiovisual y de gran parte edl Siglo XX. Me gusta como Chaplin termina muchas de sus películas, caminando solo hacia el horizonte. La cámara es testigo de como se aleja. Vemos su espalda, su bombín y su bastón haciéndose cada vez más pequeños.

Mañana cojo el AVE (98 minutos hasta Zaragoza). Desde la estación también se verán los vagones hacerse más pequeños hasta que desaparezcan por completo. Yo no viajo solo, ni el sol de los Monegros es en Blanco y Negro

#La imagen corresponde a Chaplin jugando al Ajedrez con Douglas Fairbanks durante un descanso del rodaje de La Marca del Zorro

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