EL HORROR, EL HORROR
Vivir en la carretera me permite leer en los autobuses capítulos enteros de Sebald. Sebald sabe mucho, casi demasiado. El capítulo VI de "los anillos de Saturno" se lo dedica a Conrad. Narra su vida como si fuese un personaje mitológico. El destino le juega malas pasadas y siempre hay una mano superior que trunca sus planes y le muestra el lado perverso de la humanidad. No deja de darle caramelos amargos
Me sorprenden dos cosas de lo que dice Sebald, la primera el número de jorobados y seres deformes que se encontró en su viaje a Bruselas en 1964, en pocas horas vio más tullidos y contrahechos que los que se ven en el resto del mundo en un año. Él lo achaca al peso de la podredumbre moral que tienen quienes colonizaron el Congo; por otro lado me llama la atención la estancia de Conrad en Marsella. El polaco, cuando todavía no sabía hablar en inglés, ni se imaginaba que acabaría escribiendo en esa lengua el corazón de las tinieblas, decidió dejar el frío continental y convertirse en marinero. Recaló en Marsella donde llevó una vida agitada, llena de excesos. Excesos que lo llevaron a juntarse con lo peorcito de la ciudad, entre ellos los españoles carlistas que se encontraban exiliados. Se enamoró de una dama misteriosa que en "la Flecha de oro" menciona con el nombre de Rita; pero se desconoce su identidad real. Rita, que se supone fue amante del pretendiente carlista al trono de los Borbones, destrozó el corazón de Conrad en tantos pedazos como kilómetros recorrería en su vida. Un agujero en el pecho le quedó como recuerdo, Conrad solía explicar que se debía a un duelo, pero quienes le conocían bien pensaban que se trataba de un intento de suicidio tras ser abandonado por la enigmática mujer. El tiempo la ha castigado con el anonimato, con lo bonito que sería saberse bisnieto de la amante de Conrad.
2 comentarios
Ann O'Nymia -
Ann o Nymia, al gusto
Toni -
Abra-cines