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AUTOBIOGRAFÍA DEL VIENTO

AUTOBIOGRAFÍA DEL VIENTO

Ayer el viento lo sobredimensionaba todo. El camino de regreso a casa era mucho más largo que cualquier otro día. Un guardia de tráfico tenía que sujetarse la gorra de plato con una mano mientras con la otra regulaba el ir y venir de los coches. Las picarazas que sobrevuelan el Teatro Romano se quedaban quietas sobre los alféizares de los edificios de la Calle San Jorge por miedo a convertirse en cometas. Ante ese panorama decidí quedarme a comer por el Centro. Como en Mayo iré a extremo Oriente acabé entrando en el Restaurante Chino que está enfrente de la Audiencia. Desde la mesa que ocupaba se podía ver a uno de los gigantes de piedra que custodia, con un garrote en la mano, la entrada del palacio Renacentista. En concreto se trataba de Hércules, el de la derecha. Teseo es el que ocupa el flanco izquierdo. Curiosamente veía através de la ventana del Restaurante uno de esos típicos farolillos rojos de papel que el viento zarandeaba con violencia. Desde mi perspectiva parecía que el Hércules pétreo golpeaba el farol como si fuese una piñata que intentase romper para comerse lo que hubiese en su interior.

Tras pedir la comida me puse a leer sobre la mesa "Las memorias de ultratumba" de Chateaubriand. Las últimas semanas han caído en mis manos varios textos autobiográficos. Uno de ellos era de Perec, una especie de proyecto inacabado. Un proyecto a largo plazo desarrollado durante doce años. Cada año Perec pretendía acudir a doce lugares de París, uno cada mes. Estando allí los describiría y asociaría un pensamiento o un hecho significativo de su vida. Una vez escrito lo metería en un sobre y lo sellaría con lacre. No volvería a leerlo hasta que se cumplisesen los doce años. Cuando se acabase el plazo se podría apreciar el envejecimiento físico de París y el del propio Perec. Como habría ido variando su forma de pensar y su capacidad cognitiva. Llevo varios días pensando que doce lugares de Zaragoza elegiría si tuviese que llevar a cabo un proyecto similar.

Otro texto autobiográfico que me parece soberbio es el de Diéguez. Es mucho más significativo que el que puede aparecer en las solapas de un libro teniendo su misma extensión. Todos los libros deberían tener una reseña biográfica como esta.

De Chateaubriand llevo pocos capítulos, pero ya aparecen detalles que mi carácter impresionable tardará en olvidar. Para muestra la descripción que hace de su padre y de su madre.

De su padre "Avaro en la esperanza de devolver a su familia su primer lustre, altivo con los nobles, duro con los vasallos, taciturno, despótico y amenazador en el hogar, lo único qu inspiraba su presencia era temor".

De su madre "era morena, pequeña y fea". De su madre cita luego algún aspecto positivo, pero nunca había visto a nadie que diga que su madre era fea.

Por la tarde el viento no había amainado, pero no importaba tanto porque fui con mi familia al teatro a ver "El Túnel" con Héctor Alterio. Cuando nos sentamos, mi hermana que pensaba que se había olvidado las gafas dijo que sólo faltaba que se sentase delante de ella Romay, al minuto apareció Matías Lescano por nuestra fila. Pasó de largo para sentarse en un palco aledaño. Mi hermana pudo ver la gran interpretación de los cuatro actores sin que un escolta de la LEB le tapase el escenario. Para el protagonista de la obra la vida es como un túnel. Un túnel autobiográfico desde el que se escucha el paso del viento

#La imagen corresponde a Hércules estrangulando al león de Nemea

4 comentarios

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jcuartero -

Gracias a los dos.
Dieguez, si te apetece leerlo en inglés te acerco al trabajo la primera edición norteamericana de "The book of illusions".
Antón, también tengo la primera edición "Golpes de Mar", aunque lo que gustaría es ver alguno de los textos escritos en el papel de estraza que envolvía los cartones de bingo. Me recuerdan a una canción de Dylan sobre una servilleta que vi en la Morgan Library.

Antón -

Querido amigo: Me encanta este blog. Es magnífico y muy bonito. Un gran abrazo. AC

Dieguez -

El mundo es muy pequeño, y redondo. Porque yo estoy leyendo ahora mismo "El libro de las ilusiones" -de nuevo Auster-, en el que al protagonista, David Zimmer, le encargan la traducción de esas memorias de Chateubriand, titulándolas "Memorias de un muerto". Sus sensaciones (y por ende, las del propio Auster) son muy próximas a las que tú describes. Es evidente que tu paso por Nueva York no ha sido en vano.

Por supuesto, gracias por la reseña. Y espero con curiosidad tus doce sitios de Zaragoza, si los publicas próximamente prometo visitarlos todos.