LOLA, LA QUE SE QUEDA SOLA
Hace unos días comentaba la aparición del Gran Hotel de Zaragoza en la última novela de Jean Echenoz. A los pocos día el Heraldo publicaba una serie de reportajes sobre establecimientos hoteleros Zaragozanos. El Gran Hotel se mostraba como el alojamiento de los visitantes ilustres que pasaban por la Ciudad del cierzo, como Hemingway levantándose con resaca y mirándose las legañas, vestido con una camiseta interior sin mangas, en el espejo del cuarto de baño. Ava Gadner colgando vestidos largos en los armarios de madera maciza mientras los camareros de la cafetería suspiraban por compartir una sonrisa cómplice o el pestañeo exclusivo de una mujer que poseía una belleza que abrasaba a quien la contemplaba.
Hace poco he encontrado otra referencia al Gran Hotel en una obra literaria. Esta vez se encuenta cargada de una visión negativa. Se concentran en el hotel los supuestos vicios provincianos de la Zaragoza de los Cincuenta. La novela se titula Lola, espejo oscuro y fue escrita por Darío Fernández Flórez (nada que ver con Wenceslao y el Bandido Fendetestas). El libro en primera persona narra las desventuras de una joven descarriada en el Madrid de la Postguerra, su tono moralizante ha conseguido que la novela hayaa caído en un olvido justificado, pese a su éxito inicial. Para algunos críticos la moralina que invade el relato es una necesidad anticensura, pero no hay que hacerles demasiado caso.
Lola en una de sus correrías llega a Zaragoza a la que califica de aburrida y provinciana. La ciudad aparece desprovista de cualquier encanto que haga que merezca la pena estar allí y en su Hotel estrella, que es igualmente un peñazo. Al día siguiente acude a visitar el Monasterio de Piedra, donde todo resulta de su agrado menos una cosa; qué casualidad se trata de las parejas de zaragozanos que son unos cursis le impiden disfrutar el paisaje.
El Gran Hotel quizá no sea el Hotel más divertido del mundo mundial. Seguro que en el Trip Advisor se encuentra algún que otro comentario negativo, pero ha soportado el paso del tiempo mejor que Lola a la que se puede encontrar en los puestos de libros callejeros, desparramados por el suelo, a un euro
#LA imagen corresponde a Hemingway tomándose un vermú con sifón
1 comentario
ana -
Gracias