EL AROMA DE LA REPETICIÓN
Dicen que el hombre es un animal de costumbres, incluso una universidad de Boston se molestó en demostrar que las personas tenemos un radio de interacción con el medio muy limitado. Acudimos a los mismos lugares, quedamos con las mismas personas, nos gusta repetir los mismos menús, escuchar la misma música o que nos cuenten la misma historia (aunque tenga título y protagonistas diferentes). Yo no soy ninguna excepción. Vivo de repeticiones, unas más placenteras que otras, pero todas conservan ese aroma reconocible que hace que nos sintamos cómodos. El sábado regresé al Café de Levante a desayunar Torrijas, allí la repetición huele a canela y a listones de madera con los que se arman los periódicos, nunca he sabido como se llama ese utensilio. De camino al baño me fijé en una orla de 1965 que correspondía al Primer Curso de Directores Cinematográficos de Aragón. Imitaba las orlas de principios del siglo XX, los alumnos se habían retratado junto a una cámara y lucían unos bigotes falsos a lo Segundo de Chomón o los hermanos Lumière. En la parte superior del diploma aparecía Buñuel como alegoría de musa de todos ellos. No se sirven Buñuelonis ni Negronis en la ciudad. Entre los alumnos se encontraban los precursores del moderno audiovisual aragonés, hoy no tienen bigote; incluso varios están muertos. Uno de los bigotudos se llamaba Fernando Gracia como el crítico cinematográfico del Heraldo, aunque creo que no se trataba de ese Fernando Gracia. Fernando Gracia es un viejo conocido de la familia, de pequeño iba con él y con su hijo a ver películas en cines que ya no existen. Recuerdo que me llevó a ver Piratas de Polanski y nos sacó entradas a los dos para ver el reestreno de una película de Cantinflas, La vuelta al mundo en ochenta días, en los cines Aragón en la sesión en que sólo tres personas bostezábamos en las butacas. Me acordé de él mientras meaba. Por la tarde fui a la Romareda a ver el Zaragoza-Eibar, en el descanso también me meaba. Me levanté de mi localidad y vi a lo lejos a Fernando Gracia. Cuando volví de los baños ya no lo encontré para preguntarle si era el bigotudo de pega de la orla del Café de Levante. Los críticos cinematográficos del Heraldo tienen una capacidad de influencia bestial, los espectadores somos animales de costumbres y nos guiamos por la puntuación que otorgan para ver una película. Nos olvidamos pronto que nuestro gusto no suele coincidir con el suyo. El aroma de la repetición de unas luces que se apagan y los caramelos de eucalipto para amortiguar unas toses molestas.
PD El cierzo es un viento de costumbres.
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