LA CARRERA DE LA MAÑANA
Esta mañana me he levantado con el tiempo justo para ir a trabajar, el viento madrugador hace poco agradable pasear por una ciudad que se despereza de los sueños de verano. Tenía que llevar un traje a la tintorería que se bamboleaba como una cometa en la plaza Roma. Al llegar a la calle Tarragona, me he encontrado con un chaval negrito, quizá gambiano como mis vecinos, que andaba cojeando; pero que cada vez que iba a adelantarlo aceleraba la marcha. No quería que le sobrepasase, con seguridad estaba inmerso en un juego infantil. Las aceras de la calle Terragona son estrechas, no habría más de quince centímetros de separación entre ambos. A cada paso, nuestro ritmo se aceleraba. Era muy obstinado. Me ha dado pena adelantarlo, pero llegaba tarde y debía dejar el traje en la tintorería. Cuando lo he sobrepasado, a la altura del casi olvidado cine Salamanca, se ha parado en seco y he oído como le faltaba el aliento. Puede que mañana nos volvamos a retar tácitamente, si madrugo me dejaré ganar
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pat rizia -