EL LOCUTORIO DE LOS HERMANOS MARX
Nunca había tenido la necesidad de emplear un locutorio, hasta ahora no me interesaban este tipo de establecimientos. Me pasaba algo similar a cuando veía el escaparate de una fontanería, me eran indiferentes.
El lunes por la tarde, antes de ir a jugar a baloncesto, necesitaba mandar un fax a Nueva York. Me voy con Silvia de vacaciones y hemos alquilado un apartamento diminuto en el East Village. Debía enviar, a la agencia inmobiliaria, el contrato de arrendamiento bien cumplimentado y con mi firma más clara que los cuadernillos rubio de caligrafía. Me parecía mal mandarlo desde el trabajo; así que me fui a la calle Escosura, que aparte de clubes de alterne tiene un par de locutorios. El primero en el que entré se trataba más bien de un ciber-café sin cafeína, en el que varios adolescentes se mataban los unos a los otros en escenarios pixelados. Pregunté si podía mandar el fax a Estados Unidos y si me podían proporcionar el prefijo internacional. Me contestaron que no tenían ni idea, que era yo quien debía saber el número exacto al que quería llamar. Mientras tanto los jugadores en red gritaban la expresión ¡Hostia, Co!
Como el único prefijo que conozco es el 976 tuve que probar suerte en el locutorio que está al otro lado de la calle. Cuando entré no había nadie, tan sólo el magrebí modernete de media melena y camiseta sin mangas que parecía ser el encargado. Le expliqué que quería enviar el fax pero que desconocía el el prefijo de USA, antes de terminar la frase me preguntó ¿A qué ciudad? Le contesté que a NYC. El tío de memoria me dijo "01". Estaba frente a un profesional, por lo que ya podía respirar tranquilo. El hombre introdujo en un aparato las hojas con la dirección del apartamento de la Calle 5,entre la Primera y Segunda Avenida. Algo fallaba, el teléfono receptor comunicaba o tenía algún problema. El encargado suspiró e intentó de nuevo la operación. En ésto llegó una Colombiana, bastante guapa, que llamaba al otro lado del Atlántico y le contaba a alguien que su hijo se había enamorado, pero ya le había obligado a ese zascandil a desenamorarse , que lo que debía hacer era estudiar, que eso de los sentimientos está muy feo cuando se ha de ser un hombre de provecho.
El encargado no entendía que le estaba sucediendo a mi fax. Llegaron dos subsaharianos que ocuparon sendas cabinas. Uno de ellos gritaba tanto, como si estuviese cantando trash metal, que no oía las explicaciones técnicas de porque mis papeles no llegaban a Manhattan. Llegó otro tipo que intentó meterse en la cabina número dos, pero el encargado le gritó "No, no, la número dos no que mando el fax por ahí"
Empezaba a haber gente que esperaba su turno para realizar llamadas a sus paises de origen. Faltaba el espacio en el garito y yo me estaba poniendo nervioso. El locutorio tenía una máquina de chicles, de esas bolas del tamaño de un huevo de codorniz; para matar el rato saqué un chicle de color rosa palo que mascaba mientras leía los anuncios de un corcho sujeto a la pared.
Cuando llevaba tres cuartos de hora y habían entrado dos vendedores del top manta, el rostro del encargado de media melena dibujó un gesto de alivio. Ya estaba todo arreglado, así que me fui al baloncesto sin calentar llegaba tan tarde como mi fax.
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tausiet -