DEL ENGAÑO DEL CONOCIMIENTO.
He seguido pensando en el profesor de Latín que me advirtió sobre la mentira de la cultura y la poca felicidad que produce el conocimiento. Estos días he leído un libro de Raymond Quenau que se titula En los confines de las tinieblas se trata de un estudio de los locos literarios del S XIX francés. Me gustaba más el título original que había imaginado Quenau, Enciclopedia de las Ciencias Inexactas. Quenau analiza diversos personajes que se alejan de los cánones y procedimientos académicos de la cultura. Es interesante el ejemplo de descendiente de agricultores que invirtió su vida y su fortuna en demostrar que había descubierto la cuadratura del círculo. Parece el personaje de una novela de Baricco, pero es tan real como la imposibilidad del logro aritmético. Joseph Lacomme era un hombre que no aprendió a leer ni a escribir, bien por él. Tras su experiencia militar obligatoria con las tropas napoleónicas en España regresó a su pueblo natal, en el que se convirtió en tejedor, bien por él. Una tarde aciaga excavó un pozo, cuando lo terminó quiso saber con precisión cuántos bloques de piedra necesitaba para pavimentarlo. Preguntó a sus contactos letrados por la forma de averiguarlo. Le contestaron que nadie había sido capaz de hallar la relación exacta entre la circunferencia y el diámetro. No se rindió a las evidencias e intentó hallarla por su cuenta, mal por él. Vendió sus telares y sus propiedades. Noche y día se esforzaba en cálculos autodidactas. No sabía leer ni escribir, ni por supuesto tenía nociones de matemáticas. Su esfuerzo le llevó a encontrar su solución al problema. Debió convencer a unas cuantas personas, una de ellas escribió al dictado su reseña biográfica, y se fue a Toulousse para demostrar su hallazgo. Los académicos no le hicieron ni puto caso y se propuso alicatar una fuente circular con la cantidad de baldosas que había establecido según su fórmula. Una noche a escondidas se puso manos a la obra, pero la policía que suele ir en contra de la ciencia lo detuvo por destrozos patrimoniales. Fue el protagonista de hechos parecidos en Burdeos y París. No es fácil explicarlo pero al final de sus días obtuvo cierto reconocimiento, La Sociedad de las Ciencias y las Artes de París le otorgó una medalla y el folleto en el que detallaba sus operaciones se reimprimió unas quince veces, en él se aportaban documentos que lo certificaban como el cuadrador del círculo. Se murió con la gloria matemática pero pobre y solo como una rata, había vendido todas sus posesiones para su búsqueda del conocimiento.
Por supuesto, sus cálculos eran erróneos. En 1892 Lindemann demostró que la cuadratura del círculo era imposible
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jcuartero -
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