CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, UNO. LA INDOLENCIA DE MR. DANG
#Aquí comienzan las Crónicas de Mañohattan, una serie de reflexiones sobre Nueva York desde el punto de vista de un zaragozano.
No es agradable tener que pasar un examen exhaustivo para entrar en ningún sitio y menos después de doce horas de viaje. Cada minuto en la fila de los mostradores en los que los funcionarios de inmigración realizan su trabajo anodino, repetitivo, una verdadera cadena de producción del control de masas; es un pequeño suspiro de nerviosismo e impotencia. Compartimos la espera con un vuelo proveniente de Reykjavik. El tiempo en Islandia debía ser muy frío. Los pelos rubios, casi albinos, sobresalían lacios de jerseys gruesos y cuellos altos. Tardamos casi una una hora, sesenta minutos en los que incubábamos el jet-lag como si fuese un virus que iba a absorber nuestras energías. Tardamos casi una hora en llegar al puesto de trabajo de Mr Dang, quien nos aguardaba enfundado en unos guantes de plastiquete, como si fuese a comprar un kilo de peras blanquillas. Yo estaba dispuesto, hasta ese momento, a realizar con una sonrisa todos los trámites para entrar en EEUU. Pero Mr Dang cogió mis dedos índices con la aprensión de quien toca a un leprososo feo, entonces decidí sacar a ese Lon chaney que todos tenemos dentro y esbocé mi mejor gesto de recelo. Expresión que quedó inmortalizada con píxeles en el archivo digital del Departamento de Interior norteamericano. A Mr Dang le dio lo mismo, no modificó su cara del contrariado eterno, parece ser que continúa la tradición de la poca amabilidad del personal de la Isla de Ellis
El comportamiento de Mr Dang es una pena. La gente se puede llevar una imagen equivocada de la amabilidad de los neoyorquinos, quienes desde un panadero del Bronx a un conductor de autobuses de Staten Island, pasando por el señor que fabrica la masa de los pretzel que se venden en lexington Avenue; se despiden con un veraz "have a nice day"
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