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crónicas de mañohattan

UN MES SIN NOTICIAS DE MADAME BOWERY

UN MES SIN NOTICIAS DE MADAME BOWERY

Ayer por la mañana Silvia dormía, había tenido la cena de su trabajo. Hacía un mes que fue su cumpleaños y hacía un mes que se cerró definitivamente el CBGB. Un sitio extraño el CBGB. Una sala de conciertos astrosa en la que la dejadez y la desidia era tan apabullante que no podía ser fruto de la casualidad. Todas sus pegatinas y carteles medio arrancados parecían estar colocados por un interiorista de la escuela de John Waters.

CBGB's OMFUG fué un club ubicado en Nueva York en el 315 de Bowery entre la 1ª & 2ª Calle en el Lower East Side de Manhattan cuyas iniciales CBGB's significan COUNTRY BLUEGRASS BLUES por los estilos que allí se tocan y OMFUG OTHER MUSIC FOR UPLIFTING GORMANDIZERS que es "Otra música para nacientes consumidores".

Su inauguración fué en diciembre de 1973 y es reconocido como el local donde comenzaron a tocar bandas tales como The Ramones, Blondie y Talking Heads. Es reconocido como un local alternativo contando con clientes tan particulares como el artista Andy Warhol y contar con la venía del popular medio Village Voice.

El CBGB's finalmente fué cerrado el 15 de octubre del 2006 por una disputa sobre los incrementos del alquiler que provocó que el dueño del local nocturno, Hilly Kristal, perdiera el contrato de arrendamiento que tenía hace más de 30 años después de la apertura del club.

El concierto final fue realizado por Patti Smith. Flea de los Red Hot Chili Peppers atendió al concierto. Él cumplió 44 años en la medianoche, y la banda y el público le cantaron el “feliz cumpleaños”. Sirius Satellite Radio realizó una transmisión en vivo del espectaculo. Smith enumeró a muchos de los músicos que murieron que tocaron en CBGB en su aparición final. La banda, tocó como la canción final, “Gloria”, pero alternada con estribillos de “Blitzkrieg Bop” con “Gloria!”. (copiado de la wikipedia)

Un mes antes de su cierre estuvimos en el CBGB, el Devizio de Manhattan. Todavía guardo la pulsera que servía de entrada. la tengo metida en una primera edición norteamericana del libro de las ilusiones, como si fuese una flor que tiene que desecarse. Vimos un grupo punk con un cantante hindú, no pasarán a la historia de la música; pero la pulsera-entrada permanecerá para siempre entre la prosa de Paul Auster.

#La fotografía muestra a los Ramones en el exterior del CBGB en 1977. Su autor es Bob Gruen. Si queréis ver fotografías de músicos actuales deberéis ir a ver la exposición del colectivo Anguila en el CHZ

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN. SEIS. ESTAR EN STRAND

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN. SEIS. ESTAR EN STRAND

Estar en Strand es un sueño para los entusiastas del libro. Toneladas de volúmenes se apilan en estanterias que desafían la ley de la gravedad. Duele el cuello de intentar leer los títulos, semiborrados por el tiempo, de los anaqueles más altos. Creo que alguna de las baldas, que soportan libros pesados, son más estables que los cimientos del Pabellón Puente de Zada Hadid. Las leyendas populares dicen que si se pusiesen en fila india, lomo con lomo, todos y cada uno de los ejemplares que alberga la librería, se alcanzarían más de 25 kilómetros de páginas escritas.

Hacía muchos años que no experimentaba una sensación similar. Se parecía a la felicidad, difícil de contener, de cuando tenía ocho o nueve años e iba al Corte Inglés a coger el Catálogo de los  juguetes de Navidades. Ver todos los juguetes expuestos, más de los que se podían asimilar, me fascinaba.

Miraba a la cara de todos los clientes con los que me cruzaba en ese laberinto de libros usados. Tenía el presentimiento de poder empujar  a Paul Auster y no darme cuenta por estar mirando la exageración de títulos que había a mí alrededor. Pese a la sensación de cajón de sastre que puede aparentar una librería de este tipo, todos los libros están ordenados por temas y poseen un código de barras en el que  se indica la fecha en la que pasaron a engrosar la colección de Strand. Es difícil seleccionar lo que vas a comprar. Yo terminé adquiriendo todo el material que había sobre Zeppelines. Me encanta una fotografía, que aparece en uno de ellos, en la que se ve al Graf Zeppelin sobrevolando el estadio de Wembley mientras se celebraba una final de la Copa de Inglaterra.

Strand es como un cementerio de elefantes en el que duermen el sueño de los justos muchos títulos, que quizá ya solo existen en medio de esas estanterias polvorientas.

#En Zaragoza no hay ninguna Strand, pero sí tenemos unas jornadas interesantísimas sobre la Historia del Cine en la ciudad. Se desarrollan en el Centro de Historia durante los lunes y los martes hasta el 7 de noviembre. El programa es muy atractivo, así que no os las podéis perder www.zaragozahistoriadecine.com

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, CINCO. HARLEM REVERENDOS TROTTERS

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, CINCO. HARLEM REVERENDOS TROTTERS

Los Harlem reverendos trotters son unos virtuosos de la palabra divina. Se pasan los evangelios entre las piernas. Hacen una una finta y dan una asistencia para un santísimo triple. Asistir a una celebración religiosa de Harlem es un todo un espectáculo, que conviérte a las misas cristianas en actos tan aburridos como los programas de Sánchez Dragó. Las calles rojas de Harlem se visten con los mejores trajes oscuros. Las alas de las pamelas cubren las mejillas sobremaquilladas. Las faldas dejan entrever refajos de otros tiempos. Los jubilados se atusan los pelos que les quedan y se ajustan sus pajaritas de topos.

El día que asistí a la iglesia de Saint Paul se trataba de una jornada especial, Hillary Clinton visitaba el barrio haciendo campaña para las primarias del Partido Demócrata; y los niños comenzaban el curso escolar al día siguiente.

El reverendo principal vestía un sayo rojo intenso como el de los payasos de la tele. La comunidad que participaba en el acto religioso era reducida, unas cuarenta personas sin embargo estaban entregadas al ritmo del show. He de reconocer que me lo pase bien. Fue la primera vez que disfruté en una iglesia con culto. Los cánticos soul. La gente levantándose y contoneándose con la cadencia de las palabras del Reverendo. Las sonrisas de nácar de todos los presentes. Sus caras de felicidad. Personas tomando apuntes de los sermones. Para el final quedaba lo mejor, regalos a todos los niños que iban a comenzar el cole y despedida de todos los presentes. Silvia y yo éramos los únicos que no pertenecíamos a la comunidad. Era bastante fácil identificarnos, los dos no negros de todos los bancos. La práctica totalidad de los asistentes vino de propio a estrecharnos la mano, abrazarnos y despedirnos con un simpático “god bless you”.

 

CRONICAS DE MAÑOHATTAN, CUATRO. PRESENCIA ARAGONESA EN LA GRAN MANZANA

CRONICAS DE MAÑOHATTAN, CUATRO. PRESENCIA ARAGONESA EN LA GRAN MANZANA

Era domingo a la hora del café. La diferencia horaria con Zaragoza seis horas, es decir aquí eran las nueve. Justo la hora en la que comenzaba la retransmisión en Canal+  del partido del Zaragoza contra el Espanyol. Inventé varias excusas para arrastrar a Silvia a un bar de esos que tienen más pantallas gigantes de plasma que clientes, para ver si por casualidad, en un monitor de la esquina junto a los baños, emitían imágenes de la Romareda. Todos mis esfuerzos fueron baldíos, cada establecimiento por el que pasábamos dedicaba sus medios audiovisuales a la NFL o a los últimos intentosde los Mets para ganar su conferencia. Así que acabamos tomando los cocktails rojos que simbolizan la luz del sol crepuscular poniéndose sobre los rascacielos acristalados de  Manhattan, como no habíamos comido demasiado se nos subió un poco a la cabeza y yo me quedé con las ganas de ver el juego argentino-maño. No fue hasta la semana siguiente que me enteré en qué garito de NY se pueden seguir los encuentros de la liga española. Existe un bar llamado La Nacional en la calle 14. Cruzar los umbrales de este local es coger una máquina del tiempo y retroceder cuarenta años atrás. Un casino rural de la España del Interior en la zona más cool de Manhattan. Tras las puertas de la Nacional hombres cincuentones jugaban a las cartas con la baraja de Heraclio Fournier, quizá cantaban las cuarenta mientras apuraban sus copas de Magno. Ni una sola mujer osaba profanar ese templo de testosterona y carajillos servidos en loza trasnochada. En la pantalla un comentarista con acento del Mar de la Plata cantaba un gol del Deportivo de la Coruña. Fue entrar y salir huyendo.

El resto de presencias aragonesas, que el cierzo ha transportado a la gran Manzana fueron mucho más culturales. En las salas del Metropolitan pueden observarse el evangelario de la Reina Felicia y un Caliz de Santa Cuz de la Serós. Es más impactante rozar con la yema de los dedos el frío alabastro del retablo del Palacio arzobispal de Zaragoza. Esta maravilla de la escultura gótica se encuentra en los Cloisters, en el extremo norte de la Isla. Una luz tibia ilumina las figuras del encargo de Dalmau de Mur, resaltando la calidad del maestro que las ejecutó. La Hispanic Society cuenta con dos Goyas que bien los querría el Gobierno de Aragón para el edificio de Herzog y de Meuron; así mismo se encuentran unos lienzos de dimensiones considerables que representaban las diferentes nacionalidades del Estado español. Aragón aparecía encarnado en unas jóvenes Ansotanas que danzaban con sus trajes verdes. En el Guggenheim había una retrospectiva de Zada Hadid en la que se podía apreciar una infografía y la maqueta del Pabellón Puente de la Expo 2008

   Pero sin duda lo más sorprendente es la constatación de la existencia de Teruel al otro lado del Atlántico. En diversos museos se exhiben piezas de cerámica bícroma turolense, hasta aquí normal; sin embargo es fascinante que en pleno Broadway, en uno de los teatros de la Calle 42, el St. James. En la representación de The Producers, el musical más laureado de todos los tiempos aparezca el nombre de Teruel situado en un mapa de Europa. Sólo Madrid y Burgos compartían el honor con la ciudad mudéjar. En un momento dado del espectáculo se representa un musical vejatorio que ridiculiza a Adolf Hitler. Se baja un telón que muestra la Europa amenazada por las ansias expansionistas  del III Reich y allí aparece Teruel. Me parece fascinante. Estuve a punto de levantarme y gritar ¡Teruel existe!

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, DOS. DE TAXISTAS Y DE HOMBRES (UN CHÓFER LLAMADO PHATADA)

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, DOS. DE TAXISTAS Y DE HOMBRES (UN CHÓFER LLAMADO PHATADA)

El tráfico en Manhattan no es tan caótico como parece, de hecho las obras de la Expo han producido que la vorágine automovilística sea mucho más estresante a esta lado del Ebro que entre las largas avenidas neoyorkinas.

Si el Taxi tiene una razón de ser, ésa es Nueva York. Se trata de la capital mundial del Taxi. Desde las azoteas de los rascacielos se distingue el color predominate amarillo, que traslada a personas de todas las clases sociales. Montarse en un Yellow Cab es como seguir el camino que lleva a Oz pero con taxímetro.

Tener un coche en Manhattan no es demasiado práctico. La falta de aparcamiento y los precios elevadísimos de los garajes han convertido al automóvil en un lujo, como los anillos de Tiffany´s en algo superfluo. Montarse una autoescuela tiene la misma visión comercial que abrir una tienda de alquiler de laser-disc, o una agudeza empresarial similar a la que tuvieron los indios algonquines cuando vendieron Manhattan a los holandeses por 24$.

La gente anda, coge el Metro o para taxis de grandes maleteros y capots delanteros barrocos. Coches imponentes para los que solemos volver a casa de madrugada, desde el Puente de Piedra, en nuestros taxis blancos con capilla verde.

De entre mis experiencias con los taxis me quedo con el taxista sikh llamado Phatada, o al menos eso se podía leer en su licencia. Phatada cargó nuestras pesadas maletas en su Buick y se colocó bien su turbante rosáceo antes de comenzar la carrera. En los accesos al Puente de Williamsburg se atusaba la barba, que le llegaba al pecho, e intentaba adivinar de dónde proveníamos desde el espejo retrovisor. Luego se puso a hablar por el manos libres en algún dialecto hindi, perdiendo todo su interés en nosotros. Estos sikhs son listos, se intentó quedar con una propina de 50$. No lo consiguió, una cosa es que nos caigan en gracia las personas de sudeste asiático, pero una propina de 50$ no se la dejamos ni al gurú Nanak, fundador del sijismo allá por los albores del siglo XVI.

 

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, UNO. LA INDOLENCIA DE MR. DANG

CRÓNICAS DE MAÑOHATTAN, UNO. LA INDOLENCIA DE MR. DANG

#Aquí comienzan las Crónicas de Mañohattan, una serie de reflexiones sobre Nueva York desde el punto de vista de un  zaragozano.

No es agradable tener que pasar un examen exhaustivo para entrar en ningún sitio y menos después de doce horas de viaje. Cada minuto en la fila de los mostradores en los que los funcionarios de inmigración realizan su trabajo anodino, repetitivo, una verdadera cadena de producción del control de masas; es un pequeño suspiro de nerviosismo e impotencia. Compartimos la espera con un vuelo proveniente de Reykjavik. El tiempo en Islandia debía ser muy frío. Los pelos rubios, casi albinos, sobresalían lacios de jerseys gruesos y cuellos altos. Tardamos casi una una hora, sesenta minutos en los que incubábamos el jet-lag como si fuese un virus que iba a absorber nuestras energías. Tardamos casi una hora en llegar al puesto de trabajo de Mr Dang, quien nos aguardaba enfundado en unos guantes de plastiquete, como si fuese a comprar un kilo de peras blanquillas. Yo estaba dispuesto, hasta ese momento, a realizar con una sonrisa todos los trámites para entrar en EEUU. Pero Mr Dang cogió mis dedos índices con la aprensión de quien toca a un leprososo feo, entonces  decidí sacar a ese Lon chaney que todos tenemos dentro y esbocé mi mejor gesto de recelo. Expresión que quedó inmortalizada con píxeles en el archivo digital del Departamento de Interior norteamericano. A Mr Dang le dio lo mismo, no modificó su cara del contrariado eterno, parece ser que continúa la tradición de la poca amabilidad del personal de la Isla de Ellis

El comportamiento de Mr Dang es una pena. La gente se puede llevar una imagen equivocada de la amabilidad de los neoyorquinos, quienes desde un panadero del Bronx a un conductor de autobuses de Staten Island, pasando por el señor que fabrica la masa de los pretzel que se venden en lexington Avenue; se despiden con un veraz "have a nice day"