EL CATEDRÁTICO QUE DORMÍA EN UNA CARAVANA
Nadie optimiza tan bien el espacio de los restaurantes como los franceses. La cacapacidad de acumular sillas y mesas en superficies reducidas es todo un arte que parece desafiar las leyes de la logística. Al principio me disgustaba este horror vacui, lo consideraba una invasión de la intimidad. Me molestaba el ruido de las cucharas soperas, las risas subidas de tono o los comentarios sobre los postres. Sin embargo he aprendido a valorar el encanto de las distancias cortas con desconocidos, sobre todo si son buenos conversadores. Me pasó en Nueva York donde comiendo en el Pastis conocí al productor de las películas de Parchís y me ha vuelto a pasar esta semana en París.
Julio Ferrer es la persona que conozco que mejor se desenvuelve por París. Pocos días antes de marcharme me dio unas recomendaciones gastronómicas, entre ellas se encontraba el Chartier. Un restaurante cercano a los grandes bulevares proyectados por Haussmann y que guardan el ambiente del París de los años treinta. El salón estaba lleno a rebosar como aparece en una escena de Largo domingo de Noviazgo. El despliegue de mesas domina toda la superficie del restaurante, todos los recovecos aprovechables. Además las mesas son de cuatro comensales con lo que nos sentaron a Silvia y a mí con una pareja que rondaba los cincuenta, a la que saludamos en francés y les deseamos una buena comida. Nos pusimos a lo nuestro, a decidir qué comer y qué beber. La pareja nos escuchó hablar en español y nos preguntó con acento estadounidense de dónde éramos. Comenzó una conversación fluida entre los cuatro. Resultó ser un matrimonio encantador que vivía al norte del Estado de California. Ambos trabajaban en el mundo del derecho ambiental, sobre todo en temas de agua. Ella era abogada de una ONG y él era Catedrático de Derecho de la Universidad del Pacífico. Hablaban español perfectamente, casi mejor que nosotros, habían estado viviendo un año en Oaxaca. Eran una pareja atípica, vivían en la parte montañosa de California, Nos enseñaron unas fotos, almacenadas en la memoria de una PDA, en las que la nieve cubría la entrada de su casa, de su casa principal. Cuando se habla de California uno se imagina playas vigiladas y chicas rubias patinando con protectores. Él daba sus clases a trescientos y pico kilómetros,en Sacramento ,y durante su período lectivo vivía en una caravana. No me imagino a ningún catedrático de Derecho de la Universidad de Zaragoza durmiendo en una caravana estacionada en un jardín, con la exigüidad de una casa rodante en la que no deben caber ni tres tomos del Aranzadi . Me gustaba la forma que tenían de ver la vida. Se empeñaron en invitarnos a comer. Aceptamos con la condición de devolverles la invitación otra noche. Quedamos con ellos dos días más tarde bajo la Noria de la Place Concorde, nos recordaba vagamente a Tu y yo (An affair to remenber) , así que miramos al cruzar.
Decidimos ir a comer Soufflés. No hay demasiados restaurantes que lo incluyan en su carta. Es un plato decadente que tiene el encanto de lo que se pasó de moda. Un soufflé es como las estatuas de los regímenes derrocados, se vienen abajo con poco esfuerzo. Si más americanos fuesen como ellos y más catedráticos de aquí viviesen en caravanas, nos reiríamos más y comeríamos más soufflés
#La imagen corresponde a un cuadro de pintado por Paul Lauritz en 1920, que se parece mucho a la vista que tenían desde su casa en California
5 comentarios
jcuartero -
augusto -
jcuartero -
Lo que es charmant es el nuevo libro del Tubo
tausiet -
el grande -