ESCAPARATES
El viernes volví a trabajar después de un amplio permiso de paternidad. Al día siguiente pude constatar una verdad incontestable, trabajar es una mierda; aunque peor es no trabajar si se quiere hacerlo. Lo mejor de la reincorporación es el camino de casa al ayuntamiento. Después de cincuenta días la ciudad ha cambiado lo suficiente para que se dé cuenta alguien adormilado que camina al ritmo que le impone su IPOD. Como intuía la escasa felicidad que produce la vuelta al mundo de la Administración Pública, escuchaba para concienciarme al Leonard Cohen de los inicios, al Leonard Cohen anterior a su conversión al budismo. Todavía estaba en estado de choque por la apertura del comercio que vende libros usados y hologramas, cuando vi otra aventura empresarial que ha abierto sus puertas en la calle Tarragona, un concesionario de motos de gran cilindrada. Su escaparate ejerce sobre mí una atracción que no logro explicar. Una moto de Iron Maiden, que parece sacada de una película de Tim Burton, ocupa la parte central. Su chasis azul eléctrico se retuerce en formas fantasmales y el grosor de las ruedas traseras es más ancho de lo normal. No comprendo porqué me quedo mirando el vehículo. No me gustan las motos, ni tampoco siento aprecio por Iron Maiden.
El sábado, al finalizar mi jornada laboral, pasé por la FNAC para comprarme unos cuadernos Moleskine y comenzar una segunda novela. Hace 55 día terminé la primera, aunque debo rescribir parte del epílogo porque está esta ambientado el día que comienza la Expo y hay una alusión al Real Zaragoza que con el descenso a segunda hay que modificar. Es una jugada considerable, ya estaba corregida, impresa y encuadernada; pero es que la literatura es un mundo extraño. Estaba en la caja de la FNAC con los Moleskine. Tenía delante dos personas, un chico y una chica. El chico compraba varios libros, casi demasiados. La chica esperaba impaciente su turno. Al chico le quedaban un par de ejemplares para terminar, cuando de repente la chica ha dejado sobre una estantería promocional el libro que se iba a comprar y ha salido a gran velocidad por la puerta más cercana a la calle Alfonso. Es como si hubiese tenido un presentimiento irracional que le ha obligado a huir de la FNAC. No he podido resistirme y he mirado el título abandonado a su suerte junto a las cajas, se trataba de “Biografía del hambre” de Amelie Nothomb. No lo he leído. Tras pagar he tratado de averiguar que iba a cenar.
PD. El domingo camino del trabajo me he topado con la cabra de la legión en san Juan de los Panetes, que estaba dispuesta a comenzar su desfile militar. No sé interpretar los signos del destino
#La imagen corresponde a un antiguo comercio en Cramlington
0 comentarios