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EL HOMBRE QUE MURIÓ DOS VECES

EL HOMBRE QUE MURIÓ DOS VECES

El jueves leí la necrológica de Philip José Farmer en el País y el viernes en el Heraldo, aunque en ambas indicaban el mismo día de fallecimiento. Desde hacía unas cuantas semanas había visto un libro suyo de segunda mano en el escaparate de una tienda de Cáritas. Se trataba de uno de los volúmenes del Mundo Río que había leído en mi adolescencia. Al enterarme de su muerte decidí hacerle un pequeño homenaje póstumo, aunque los homenajes literarios es mejor realizarlos con autores vivos para que puedan seguir dedicándose a escribir, pero es tan difícil escaparse a los tópicos.

A la serie del Mundo Río, con la que Philip José Farmer ganó un premio Hugo en 1972, le tengo bastante cariño. No recuerdo quién me la recomendó, pero sí recuerdo que compré el primer volumen en la desaparecida librería que tenían los hermanos Pérez en el Tubo. El libro estaba medio escondido en una estantería sobre el suelo de madera que chirriaba bajo los pasos de los clientes que iban a cambiar novelas y leer tebeos con las portadas desgastadas.

El argumento del Mundo Río me parecía fascinante. Un día se despiertan todos los seres humanos que poblaron la faz de la Tierra. Deben sobrevivir en un entorno hostil atravesado por un único río que es tan caudaloso como las obsesiones. Farmer elige a varios personajes históricos como protagonistas a Richard Francis Burton, a Juan “sin tierra”, Mark Twain, Hermann Goering o la niña que inspiró Alicia en el País de las maravillas entre otros. Gracias a esta novela conocí a Burton, al que comencé a profesarle admiración, se convirtió en mi ídolo junto a Pardeza e Higuera, o mejor dicho lo fue hasta que leí el diario que escribió en su búsqueda de las Fuentes del  Nilo. Un ídolo con pies de limo que se derrumbaba con el agua del Lago Victoria. Hay pocas cosas tan descorazonadoras como adentrarse en los escritos de un caballero inglés de la Royal Geographic Society del S. XIX, aunque tradujese las Mil y una noche y el Kama Sutra. Con los años fui rehabilitando su figura hasta me compré la biografía que publico Siruela de tropecientas mil páginas. Se la dejé a un compañero de trabajo que se quedó fascinado con la figura broncínea de unas sacerdotisas prostitutas de la India. A mí lo que me parecía más sorprendente era su capacidad de disfraz y transformación, un verdadero precursor de Lon Chaney.

Philip José Farmer se murió en el Heraldo un día más tarde que en el País, cuando se despierte en el Mundo Río espero que se encuentre con humanos variopintos y remonte el río que nos lleva, el río lineal, escrito o no, que erosiona los paisajes y los recuerdos.

#La imagen corresponde a un pintor finalizando un retrato de Richard Francis Burton

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