OTRO BARCO LLAMADO ZARAGOZA
Hoy por la mañana he visto un afilador en la Calle Tarragona. Iba tocando su flauta de Pan y arrastrando una bicicleta en la que había instalado la piedra de afilar. Junto a él unos chicos que todavía no se habían acostado llevaban puestas unos pasamontañas de Spiderman, parecía que me había despertado en Zaragotham.
El viernes por la noche me puse a ver "Muerte en Venecia" de Visconti. Me quedé dormido a los once minutos, cuando no se había pronunciado aún una sola palabra. Lo más conmovedor de la película es la triste historia de Bjorn Andressen, el adolescente que interpreta a Tadzio. No pudo resistir el que lo erigieran en icono de la belleza decadente y mórbida de la novela de Mann. Se convirtió en un juguete roto, en un viejo prematuro. Me quedé dormido en mi sofa. El último plano que vi fue el de un barco que entraba en la bahía de Venecia y Dick Bogarde ponía cara de músico que esconde bajo sus notas un alma atormentadamente sucia. No sé la razón, pero me acorde del barco que se llamaba Zaragoza.
En abril me encontré con el pecio hundido, en aguas cercanas a las Islas Cook, de un barco llamado Zaragoza. Me he vuelto a topar con otro barco de ficción que lleva por nombre la ciudad. Darse de bruces con una nave desaparecida tiene algo de experiencia del Holandés Errante. Abrir una botella de Ron sepultada por el polvo y la arena. Hasta ahora lo más parecido a robar una de las quince botellas del "Cofre del Muerto" había sido beber ron de más de 70 años, tenía las etiquetas de impuestos de la II República. Jugando a piratas paleolicoristas probé, hace unos años, un Ron tan viejo que estaba escrito con "m", Rom la Almozara. Fabricado con materia prima de las azucareras zaragozanas instaladas tras lo del 98 (no me gusta lo de desastre). La botella de medio litro mostraba a un negrito con camisa blanca y dientes perfectos . Compramos la botella en la tienda de vinos y licores de San Vicente de Paúl, no la tienda de licores de diseño que organiza catas de primeras vendimias de Burdeos, sino la vieja tienda de vinos a granel que conservaba el aroma a moho y bodega atemporal. Un mes antes de cerrar, el propietario decidió desprenderse de todo el género que tenía en su almacén. Sacó botellas, cubiertas de ácaros borrachos, en las que era difícil averiguar el contenido que albergaban. El sabor no era a ron, era otra cosa que el tiempo había convertido en un líquido rancio, pero que servía para tener un garfio imaginario y un parche de cuero negruzco sobre el ojo izquierdo.
Ayer buceando de nuevo por Internet otro barco Zaragoza emergió de las aguas. Esta vez el Carguero Saragossa. Un barco que aparece en la novela "Dead Man Shoes" de Leo Bruce. Un barco en el que se comete un asesinato. El libro se publicó en 1958 y se trataba de un nuevo caso que resolvía Corolus Deene, un profesor con dotes detectivescas. Quizá en los barcos de energía solar de la Expo, los "Ebroporettos" se cometa algún crimen, pero no me imagino a nigún profesor de instituto resolviéndolos.
#La imagen coresponde a las oficinas de la Compañía Naviera Cunard en Trondheim
3 comentarios
jcuartero -
El señor de los trinquetes -
Dieguez -
Y para la resolución novelesca del caso -aunque no habría mucho que rascar, parece bastante evidente lo sucedido-, propongo un dueto cósmico tipo Baccara de Conchita Carrillo y Pilar Bellé, a modo de Jessicas Fletcher monegrinas y posmodernas (si alguna de las dos no aceptara el personaje, Corita podría dar perfectamente la réplica).