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CELEBRAR EL MERIVA

CELEBRAR EL MERIVA

Volvía a casa el miércoles con las manos en los bolsillos. No era tarde, todavía me acordaba de los últimos acordes del concierto de John Cale y de como su viola eléctrica había roto el silencio de palcos de Ricardo Magdalena. Al pasar por la plaza España no había nadie, estaba vacía. Las farolas aburridas esperaban que el amanecer les dejase descansar. Esa noche no acudiría nadie con bufandas del Meriva ni las interpretaciones corales de himnos sobre la cadena de montaje se colarían por los huecos de Puerta Cinegia. No celebramos todo lo que debiéramos.

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